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sábado, 7 de marzo de 2015

Cartas de un desolado

Ellos ya se habían ido, yo todavía me quedaba en silencio escuchando los grillos y pensando, pensando que el mañana no existe, y yo tampoco.
Quizás piensen que exagero con estas ideas pero aun el mañana no existe, porque no hay nada seguro en la existencia misma.

Tal vez en mi melancolía me obsesioné por buscar algunas respuestas, pero no existe respuesta en mi. El mañana no es seguro y yo tampoco estoy seguro de ello, ¿como estarlo si no puedo saber si las personas que conozco dejaron de existir?, como el rocío nocturno que se evapora al ver el astro rey.

No los culpo, no me culpo. Cada persona tiene un camino. Ellos se fueron y yo me quede cantándole a la Luna. Luna que no escucha sin embargo puede verme. Solo me consuela su mera existencia, sabiendo que el día de mañana tal vez no aparezca.

Sentado en ese lugar tan frío pero a la vez cálido, estaba observando como la oscuridad impregnaba cada centímetro de mi existencia, que me impedía moverme pero tampoco me importaba.
Esa soledad que me consumió no me importó. Tampoco lo hizo que me abandonaran, dejándome a la deriva de una existencia imposible, dudando si mañana deseo despertarme. Mas duro es el extraño deseo de volver a ver ese amor que perdí hace ya mucho tiempo.

Me levanto de aquella fangosa y oscura piedra, sabiendo que allí deje una pequeña parte de mi ser, mi alma.  Alejándome con paso firme pero lento, me pregunto si mañana dejare de existir. Tal vez la pregunta no es lo nefasto si no la respuesta. No me importa, y tal vez no lo haga mas. Eso duele, saber que el mañana te importa menos que el pasado.

A la vuelta miraba el río. Sabia que no lo iba a volver a ver, por lo menos no de la misma manera que lo veía antes. porque sabia que pasara lo que pasara el mundo cambiaría, yo cambiaría.

En un desliz de sensatez, me paro para volver a observar ese mundo, mi mundo. Era perfecto, sus arboles, que casi rozaban la mismísima adromeda, y sus estrellas que me observaban lentamente como mi vida se consumía. Ellos sabían que el final llegaba, que yo no volvería. Mire la Luna, esa gran y brillosa amiga que me seguía en mis noches mas tristes y que, sin decir una palabra, sabia lo que me dolía su silencio.

Lo que fue ayer tampoco existe, solo quedó el recuerdo. Tu no existes y tu recuerdo es lo único que atrae el dolor de mis decisiones. Perdóname porque yo nunca lo hice, a ti, la que alguna vez quise. Te digo la verdad: nunca deje de hacerlo. Porque eres lo único que fui, porque eres mi única salvación.

Y aquí de nuevo me despido, esperando que en el ayer, hoy y mañana; tu me recuerdes. Como fui y no como soy. Esa persona alegre que amó, disfrutó y vio que eras lo único que necesitaba. Eso quiero que recuerdes, mi pequeña mujer perfecta, quiero que veas en mi interior, quiero que conozcas mi ser solo para que, cuando nos volvamos a despedir, duela un poco mas.

Siempre verás que nunca existí, y eso me duele. Saber que tu y yo podríamos haber hecho mi mundo mejor, tu mundo mejor, nuestro mundo. Pero no me digas que nunca me esperaste. Vi tus ojos en mí otra vez y supe que, aunque muy dentro tuyo, me extrañabas, o eso quería creer.

Me despido pero esta vez para siempre. no te alarmes, al fin y al cabo yo ya me había quedado en silencio ya hace mucho tiempo. Esta vez quizás nunca mas vuelva.

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